Ella y ellos...dos
Ella y ellos... dos
Esa noche de verano, que él había creído que sería efímera en
el tiempo, se convirtió en un amor cargado de ternura entre los tres. Él se
enamoró de ella. Y ella, de ellos dos.
Y comenzaron a saborear juntos con alegría, los instantes que la vida les regalaba. Y sufrir en silencio, los momentos en que la distancia los separaba.
Pero día a día, las miradas cercanas se anulaban con el
trayecto alejado.
***
Aquella fue una noche intranquila y negra, como cualquier otra.
Pero a él le acompañó su inseparable amigo peludo. Y soñó con aquella noche de
verano, de estrellas tristes y nubes al viento, cuando se conocieron los tres.
Por la mañana, la despedida entre ambos enamorados fue
distante como prediciendo que sus destinos comenzaban a separarse. Ambos
intuyeron que sus miradas no volverían a cruzarse.
Ella, en un mensaje simple y cruel le escribió: anoche algo
se rompió en mí.
No osó, o no quiso atreverse a más.
***
- “El amor a veces
destila odio” el, le escuchaba a veces decir de forma convincente a un
amigo de la infancia.
Pero el, en su ingenuidad estirada en el tiempo, jamás había
dudado. Seguía creyendo en las violetas teñidas de algodón.
Y él no le dio mayor importancia de la que se le puede dar a
una mujer que siempre, había creído que ocultaba algo, y nunca había mostrado
su verdadero rostro. “Puede que estuviera aun atada a su pasado, pensó”.
Al instante, comenzó a olvidarla. Ella, voló de su recuerdo
como la arena arrastrada por un viento infinito, cuando traspasa las dunas
informes del desierto arenoso, y nunca, retorna a contemplar su obra.
Ahora, su prioridad era otra: su perro, su amado compañero de
vida, se iba. Lo notaba a cada instante. A él, su corazón se le encogía de
tristeza por momentos.
Y él vivirá arrepintiéndose de la decisión tomada aquel día
aciago. La soledad le ofusco y le indujo a un error irreparable. A su
inseparable amigo, le había ayudado a alejarse de su vida, en una decisión
desesperada que no supo obstaculizar.
Y la depresión en un abrazo instantáneo se adueñó de sus días.
No se había preparado para su infinita ausencia. Su amigo fiel, su adorado perro,
durante unos inigualables años de felicidad, le había partido el corazón. No
volvería a compartir sus noches con él.
Y explayó su mirada al cielo. Al instante sintió por ella indiferencia,
y por él, dolor.
-Hasta que nos reunamos en el mas allá, Willy. Y en un abrazo
interminable plagado de sufrimiento, abrazó el cuerpo inerte de su perro.
Y su corazón seguía sin recomponerse. Ajado a cada instante
con el recuerdo de su amigo de mirada atrayente y noble
Sus cenizas reposan junto a su cama en un recuerdo perenne, e
imborrable de la felicidad compartida. No supo ni deseo separarse de él.
El recuerdo de Willy sigue rellenando sus noches
intranquilas, y sueños fatigosos, de difícil trabazón. Desde aquel día él no
pudo dormir, ni soñar, en soledad.
El, después de angustiosas noches de insomnio, decidió que necesitaba de nuevo otros ojos de mirada infinita y sincera a su lado.
Y con el tiempo comenzaron a evadirse las sombras: Pero los
recuerdos jamás dejaron de existir.
***
Klaus, era un perro que fue abandonado “por la infinita maldad de algún humano”.
Y él lo mira, y sus ojos le transmiten la misma fidelidad, la
nula arrogancia y todas las virtudes de las que carecen los humanos. A través de su mirada, el recobra la sonrisa
que había desaparecido de su rostro.
-De ti, Willy, aprendí entre otras cosas humildad. Mi corazón
se ensanchó. Con Klaus, estoy recobrando de nuevo, la felicidad y borrando el gesto
áspero que se instaló en mi rostro.
- Gracias Willy; sé, que lo acercaste a mí.
Manu, Willy, y Klaus
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